domingo, 18 de agosto de 2013

LA VIDA NO TERMINA AQUÍ. EL AUTOGOL DE ANDRÉS ESCOBAR (I parte)



     El tic-tac del reloj apunto estaba de marcar las cuatro y media de la tarde, la hora para la que estaba indicada el comienzo del partido. Andrés esperaba ansioso el comienzo del juego. No le gustaba nada los minutos previos, el momento de saltar al campo desde vestuarios y cuando posicionado en el campo tenía que esperar a que el árbitro determinara el inicio. Jugando era como mejor se sentía, porque jugar al fútbol era lo que mejor sabía hacer, lo que más le gustaba hacer. Aquel partido, sin embargo, no era un partido más, aquel partido era, de nuevo, el partido más importante de su vida, de sus vidas. Aquel partido era un partido a vida o muerte, pero nunca pensó Andrés que tanto.

     Los más de noventa mil espectadores que llenaban el Rose Bowl de Los Ángeles aquella calurosa tarde del 22 de junio esperaban ver un gran encuentro. El Campeonato del Mundo apenas hacía unos días que había comenzado y ya había dado alguna sorpresa, entre ellas la protagonizada por la propia selección de Colombia en la primera jornada de ese grupo A frente a la Rumanía de Popescu, del bigoleador Raducioiu, de Belodedici, del portero Stelea y sobre todo de Hagi –qué bárbaro el gol que metió en aquel partido el Maradona de los Cárpatos pegado a la banda y desde aproximadamente 40 metros.

    Colombia, que perdió aquel partido por 3 a 1, era la favorita, no sólo del partido sino también del grupo, y es que aquella selección colombiana, sin duda alguna la mejor de su historia, pasaba por ser de las mejores del campeonato, no en vano, el mítico Pelé la había considerado como favorita para el título.

    Andrés Escobar, el número 2 de la selección de Colombia, animaba a sus compañeros en los minutos previos, antes que el árbitro italiano Fabio Baldas hiciera el pitido inicial. No era para nada un momento fácil, se enfrentaban a la selección anfitriona, a Estados Unidos, que a pesar de no tener una importante historia futbolística, había juntado unos cuantos jugadores con gran calidad como Alexis Lalas, Tab Ramos o Erik Wynalda. En la mente de Escobar, como en la de Valderrama o Leonel Álvarez, entre otros, estaba también la derrota del partido anterior. Una nueva derrota les dejaría fuera del Mundial, pero sobre todo lo que más les preocupaba a ellos, como al “Tren” Valencia, a Freddy Rincón, a John Harold Lozano, era la amenaza que había recibido su seleccionador, Pacho Maturana, que se hacía extensible a todos ellos. Maturana había recibido el día anterior un anónimo: “si juega Gabriel “Barrabás” Gómez, le pondremos una bomba. Pacho dio total credibilidad a la amenaza, sabía perfectamente que aquello era posible en la violenta Colombia, en su Colombia, y no lo alineó. Gómez abandonó la concentración del equipo y nunca más volvió a jugar al fútbol.

    El partido comenzó y pronto la selección de Colombia empezó a mostrar su superioridad, dominando el juego de ataque con grandes internadas por la banda y centros al área que no se materializaban nunca con un remate a las redes que defendía Meola. Las ocasiones falladas pronto empezaron a pesar en el ánimo de un equipo que estaba concebido para ganar partidos. Pasada la media hora del partido, Colombia pierde un balón en el centro del campo, los jugadores norteamericanos recuperaron el esférico, dieron tres pases cortos perfectos que les permitieron librarse de la presión del combinado andino y con un gran pase largo a la banda abrieron el campo, allí recibió el balón John Harkes que avanzó con una gran zancada y control del balón. Harkes sacó un gran centro desde la izquierda que buscaba en el punto de penalti la carrera de su compañero Earnie Stewar, que trataba de buscarle la espalda al “flaco”, a Andrés Escobar. El elegante central colombiano se lanzó a ras de suelo, sabiendo de antemano que si él no llegaba a cortar aquel balón, el delantero de los Estados Unidos podría rematar a placer. Escobar consiguió llegar primero al balón, evitando el remate de Stewar, pero con tal mala suerte que la pelota acabó en el fondo de su portería, mientras su compañero, Córdoba, portero titular de la selección desde que René Higuita fuese encarcelado unos meses antes, se doblaba hacia atrás viendo como el balón acababa en sus redes sin poder hacer nada para evitarlo.

     Desde el suelo, Andrés, incrédulo, vio como el balón entró en su portería. Sería la última vez que lo viese. Nunca quiso ver una repetición en televisión de su autogol. Escobar tardó en levantarse. Estaba perdido en su pensamiento. Parecía como si ese fuese el último minuto del partido y ya no hubiese nada más que hacer, sin embargo apenas estaban en el minuto 35 del primer tiempo. Quedaba mucho partido.

     Ninguno de los jugadores del combinado colombiano se lo podía creer. El partido se les empezaba a escapar de las manos y eso no podía ser, ellos eran la gran selección de Colombia, la que cuatro años antes en el Mundial de Italia había dado tan buenas sensaciones, después de haber acudido por primera vez a un campeonato tras 28 años; ellos eran la selección que habían humillado a la siempre potente Argentina unos meses antes venciéndola por 0 a 5 en el “Monumental” de Buenos Aires. Aquel partido, en el que marcaron por partida doble Freddy Rincón y el “Tino” Asprilla, rematando la faena el “Tren” Valencia, hizo que el público argentino pasara de la estupefacción al reconocimiento absoluto de lo que había sido toda una lección de fútbol, y eso a pesar que aquella derrota en el partido decisivo de clasificación para este mundial que ahora estaban desperdiciando los colombianos, suponía para la albiceleste tener que jugar la eliminatoria de repesca frente a Australia, campeona de Oceanía.

     En el par de minutos escasos que pasaron hasta que sus compañeros volvieron a poner el balón en juego, Escobar seguro que pensó en aquel partido, como seguro que también lo hizo en otro de los partidos más importantes de su vida, aquel en el que cinco años antes, en 1989, cuando tan sólo contaba con veintidós años, defendiendo los colores verdiblancos de su Atlético Nacional de Medellín, el equipo de toda su vida, les sirvió para alzarse con su primera Copa Libertadores, la primera también para el fútbol colombiano, tras vencer al Olimpia de Paraguay después de una agónica tanda de penaltis que les llevó hasta el noveno lanzamiento, porque ninguno de los dos equipos conseguían marcar un solo tiro tras los cinco primeros, hasta que Leonel Álvarez decidió terminar lo que Andrés había comenzado cuando anotó el primero. En aquel momento seguro que también se acordó de René, ausente ahora con la selección, pero que aquel día fue el auténtico héroe tras detener tres lanzamientos. 

     El resto del partido fue un quiero y no puedo. Escobar pensó porqué ellos no tenían la misma suerte cuando Stewar en un rechace envió el balón hacía su portería, pero en esta ocasión el esférico pegó en el palo, estrellando Colombia el rechace posterior en los pies del propio Stewar. Maturana trató de cambiar el rumbo del mismo moviendo el banquillo en el descanso por lo que dio entrada a Valenciano y Valencia, retirando del campo a Ávila y Asprilla, delanteros por delanteros, sin embargo pronto su idea se desvanecería cuando en el minuto 52, Stewar consiguió anotar el gol que no le había permitido, para su desgracia, Escobar.

     Prácticamente todo estaba perdido, la victoria era muy necesaria, aunque un empate todavía les dejaría con un hálito de aire, sin embargo, los minutos iban pasando, volando pensaban Andrés y el resto de sus compañeros. El gol de Valencia en el minuto 90 reabrió vagamente sus esperanzas. Sólo quedaba el tiempo que quisiera añadir el colegiado, un tiempo claramente insuficiente pero al que se agarrarían con uñas y dientes. No sirvió. Baldas pitó el final. Colombia estaba eliminada. De nada serviría la posterior victoria por 2 a 0 sobre Suiza. La selección andina, llamada a grandes logros había fracasado absolutamente.



No hay comentarios:

Publicar un comentario