lunes, 26 de agosto de 2013

LA VIDA NO TERMINA AQUÍ. EL AUTOGOL DE ANDRÉS ESCOBAR (II parte)



Proviene de:

http://elultimohabitantedetokland.blogspot.com.es/2013/08/la-vida-no-termina-aqui-el-autogol-de_18.html


     Los jugadores se despidieron en Bogotá deseándose unas felices y merecidas vacaciones a pesar de que la aventura mundialista había durado menos de lo previsto y deseado. Andrés tomó junto a otros compañeros un nuevo avión hasta Medellín. Se encontraba muy triste y preocupado. Su autogol había roto muchas ilusiones en un país pobre que necesitaba de esas alegrías. Cuando aterrizó en el aeropuerto José María Córdova aquel veintinueve de junio le sorprendió verse tan arropado y querido, lo que le produjo un gran alivio, la gente había entendido que aquello eran cosas del fútbol y él, que demonios, era el capitán de la selección nacional y uno de los jugadores más importantes del Atlético Nacional, el seguía siendo, a pesar del gol en propia puerta, aquel central exquisito que salía jugando con la pelota desde el área, el jugador que ya sumaba cincuenta internacionalidades, que había hecho 21 goles con la tricolor, el seguía siendo “El caballero del fútbol”, como era apodado, sin embargo, Andrés no podía siquiera llegar a intuir que el tic-tac del reloj que había puesto en funcionamiento el colegiado italiano no se había detenido al acabar aquel partido.

     Andrés no quería estar solo. Superados sus miedos acerca del recibimiento en su patria, le apetecía compartir con su novia y amigos su experiencia mundialista, y así despidió el mes de junio y dio bienvenida al de julio, saliendo por Medellín, tomando “chuzos” y cervezas, celebrando el cumpleaños de Pamela, su novia. Pacho le había advertido de que no era buena idea, que la gente le podría increpar lo del gol. Pacho estaba equivocado, la gente le quería.

     El día 1, Escobar quedó a primera hora de la tarde con su gran amigo Eduardo Rojo y con su ex-compañero en el Atlético Nacional, Jairo Galeano. Recordaron sus viejos tiempos, hablaron del mundial, y como no, del autogol. La gente lo saludaba, le daba ánimos, eran cosas que pasaban, le pedían autógrafos, pero al final Pacho tuvo razón, también hubo quienes le increparon por el gol.

     La reunión de los amigos, aunque interrumpida avanzada la tarde, se reanudó y se alargó hasta entrada la madrugada. Rojo y su esposa dejan a las dos de la mañana a Escobar y Galeano, que a su vez se marchó al poco tiempo, dejando a Andrés sólo.

     Pasadas las tres de la mañana, Escobar fue a recoger su coche al estacionamiento del estadero “El Indio” después de haber pasado toda la jornada en distintos locales y discotecas. Golazo, golazo, gracias por el autogol, dicen que se oyó justo antes de los seis disparos que acabaron con la vida de Andrés Escobar casi al instante.

     ¡Andrés, es Andrés!, gritaba la gente asustada, llorando, mientras lo introducían en un taxi que infructuosamente lo llevó al hospital. Escobar murió en el camino. El tic-tac del reloj de Baldas se detuvo en aquel instante.

     La policía no tardó en detener a su asesino, Humberto Muñoz Castro, chófer-guardaespaldas de los hermanos Gallón Henao, vinculados al narcotráfico y con el paramilitarismo. A partir de ahí se abrió todo un mundo de especulaciones, en el que no tardó en salir las apuestas y una supuesta pérdida importante de dinero de los hermanos Gallón, que habrían apostado por los éxitos de su país. Castro lo negó, decía no haber conocido a Escobar y que le confundió con un tipo peligroso que discutía con sus “amos”. Castro sería condenado a 43 años de prisión, que tras revisiones y cambios legislativos se quedaron en menos de 11. Los hermanos Gallón fueron absueltos.

     Más de 120.000 personas acudieron al entierro de Andrés, entre ellos el presidente de la nación, César Gaviria. Banderas verdiblancas del Atlético Nacional ondeaban por uno de sus ídolos que desde aquel día se convirtió en eterno. Algunos de ellos recordaban las palabras con las que Andrés se despedía en una entrevista a su vuelta del mundial: “[…] un abrazo fuerte para todos y decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto, porque la vida no termina aquí”.


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