sábado, 10 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXVII). CAP. 7: SOSPECHAS





III


   El fin de semana lo quiso pasar trabajando. La tarde del viernes había sido complicada pensando en que su aventura como Ismael Moreno estaba llegando a su fin y que el lunes muy probablemente todo acabaría. Incluso en algún momento pensó que recibiría la llamada de su compañero pidiéndole explicaciones, sin embargo no fue así. Mientras tanto, y para tratar de despejar su cabeza de sus problemas con Lucas –cosa que no logró– decidió hacer una visita al domicilio del abogado listillo.

   Nico había tenido que hacer poco menos que malabares con los coches. Una vez descubierto que Lucas ya sabía donde vivía, se marchó precipitadamente de allí sin querer saber cómo concluía todo. Volvió hacia el centro y tuvo que hacer algo que no le hubiera gustado tener que hacer, volver a ponerse en contacto con Emilio Luis. Necesitaba disponer de un espacio donde dejar su vehículo y poder disponer de él cuando quisiera sin necesidad de explicaciones. Emilio no le falló. Una vez conseguido esto se dispuso a recuperar el New Beetle amarillo que había dejado en su barrio para poder seguir trabajando. Nunca pensó cuando lo dejó aparcado que se convertiría en un problema.

   Había conseguido aparcar lo suficientemente cerca del domicilio de Rejón –lo cual no siempre era fácil en pleno centro de Madrid–. Desde el coche podría ver si salía de su domicilio de la calle Núñez de Balboa, no obstante, antes debería comprobar si el moroso se encontraba en casa por lo que no dudó ni un instante en llamar al telefonillo de su casa –el 4º F– haciéndose pasar por un repartidor publicitario. Rejón le mandó al cuerno diciéndole que dejara la publicidad en el cestillo que había fuera para tal fin. Nico había logrado saber que se encontraba en casa por lo que ya podía irse a esperar al coche y mientras escuchar el disco que le había regalado Magdalena.

   –Sinatra –le había dicho ella- toma este regalito. Te gustará, aunque no sea de tu ídolo.
   –¿Y esto a qué se debe?
   –Digamos que por entrometerme en tus asuntos.
   –¡Magdalena, por favor, no te lo tomes a mal. No era necesario!
   –Ya lo sé que no era necesario, pero quería.

   Se trataba del tercer y último disco de Michel Bublé “Call me irresponsible” que contenía temas con títulos como “Always on my mind”, “Dream” o “Comin´ home, baby” [1] y que le habían hecho de nuevo pensar a qué estaba jugando su guapísima compañera.




   No había llegado a la mitad del disco compacto cuando vio que Rejón salía por la puerta con ropa deportiva preparado para hacer footing. La sorpresa llegó cuando unos segundos después vio como Rocío aparecía vestida de similar condición a su lado. 

   -¡Vaya, vaya, Rocío y Fernando Rejón están liados! ¿Estarán casados? –se preguntó Nico un tanto turbado por el descubrimiento. Por su mente pasó en apenas unos segundos las imágenes de ella algo más de veinte años antes; mientras, seguía sonando el disco de Magdalena.

   Vio como se encaminaban hacia el cercano parque de El Retiro, como era conocido por los madrileños el Real Sitio del Buen Retiro, por lo que decidió buscar un encuentro nada fortuito con ellos. La pareja había entrado por el Paseo de Fernán Núñez dejando a un lado los restos de la ermita románica. Si no recordaba mal, la vuelta era de alrededor de cuatro o cinco kilómetros, por lo que decidió comenzar a caminar a paso ligero en sentido contrario –tampoco se trata de correr con estas pintas se dijo-, comenzando por el Paseo de Bolivia, cerca de la estatua de Diana Cazadora, y siguiendo por el de Colombia. Llamó mucho la atención, como era costumbre, muy especialmente a los más pequeños, y eso que en el parque se juntaba gente de lo más variopinta, entre otros los famosos echadores de cartas y los predicadores. Decidió esperar apoyado en un árbol a la altura del Palacio de Cristal, en el Paseo de la República de Cuba. Fernando y Rocío, unos cuantos metros antes de alcanzar la zona pudieron saber por el alboroto que sucedía algo, pero nunca habrían esperado que al llegar se dirigieran hacia ellos.

   –¡Buenos días, señor Rejón! –dijo, más bien gritó, Nico–. ¿Podría pasarme por su despacho de abogados el próximo lunes?

   No le dio tiempo a más. Fernando y Rocío –indignados– siguieron corriendo como si con ellos no fuera la cosa, como si él no fuese ese señor Rejón, mientras la chiquillería y también varios de los adultos reían, los primeros sin saber de qué iba la cosa, pero no así los segundos.

   Nico siguió dejándose fotografiar viendo como los atletas se perdían en el fondo con su buen trote. Sin embargo, un ratito después, sucedió una nueva oportunidad con la que el agente de “La Máscara” no hubiera podido soñar. Al pasar cerca del lago, camino de vuelta hacia el coche, vio como la parejita alquilaba una de las barcas. 

   –¿Cuánto hace que no practicas deportes náuticos, Nico? –se dijo así mismo.

   Unos minutos después Nico remaba en dirección del abogado listillo y su espléndida pareja. De nuevo se produjo un pequeño alboroto en la orilla del estanque grande al comprobar la gente que allí descansaba la persecución. Fernando dejó de remar cuando se dio cuenta de lo que sucedía y vio –al levantarse de la barca– que Nico se encontraba lo suficientemente cerca.

   –¡Te voy a matar, cabrón! –le dijo el abogado, señalándole con el dedo.

   Acostumbrado ya a esas amenazas, Nico decidió dar dos paladas más con los remos. El choque fue inevitable y el remojón del abogado también.







[1] “Siempre en mi pensamiento”, “Sueño” o “Volviendo a casa, pequeña” del disco “Llámame irresponsable”. Michel Bublé.


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