sábado, 1 de agosto de 2015

ENMASCARADO (XVIII). CAP. 5: DE MÁLAGA A MALAGÓN






I


   No pudo por menos que acordarse de su abuelo –un buen hombre, humilde pero también muy listo y trabajador, que consiguió que todos sus hijos pudieran estudiar y sacar una carrera adelante, como había sido el caso de su padre estudiando medicina– con aquella frase muy suya de “salir de Málaga y meterse en Malagón” cuando quería decir que no habían terminado de salir de un problema y ya estaban metidos en otro. Sabiduría popular que venía que ni pintado después que, tras resolver el caso de Miguel Buendía y los señores Echevarría, se sucedieran los acontecimientos como se sucedieron.

   Porque sí, Miguel Buendía no tardó mucho en rendirse, debiendo pensar finalmente que no necesitaba para nada una mala publicidad y que lo mejor sería pagar la deuda contraída con el matrimonio que le había estado tiempo atrás proveyendo las bebidas de su negocio. Además, como Nico había intuido, no era una cuestión de dinero, sino de simple y pura sinvergüencería. Apenas necesitó visitar dos veces más su casa de San Martín de la Vega, –en ninguna de las cuales pudo ver a la chica de Ipanema, lo que le supuso una cierta desilusión–. Sin embargo, lo que verdaderamente provocó el cambio de actitud de Miguel Buendía fue una nueva visita a su discoteca, en esta ocasión un domingo por la tarde, en una de esas supuestas fiestas light organizadas para menores de edad en las que supuestamente no se puede vender alcohol y existen grandes controles. Nada de eso le pareció ver. Todo lo contrario, control escaso y consumo variado de todo tipo. A los quinceañeros les resultó un tipo muy simpático y extravagante por lo que no dejaron de hacerse fotos con él con sus estupendos y minúsculos teléfonos móviles a la vez que le preguntaban sobre su trabajo –que Nico gustosamente respondía, al fin y al cabo su trabajo consistía en llamar la atención y eso hacía.

   A la mañana siguiente, el señor Buendía se presentó en las oficinas preguntando por él. Resolvieron el asunto rápido. Les extendió un cheque por la cantidad total de la deuda. No hizo falta que pusieran en duda la posibilidad de que no tuviera fondos, él les había asegurado antes de preguntarle que el cheque lo podrían cobrar si querían en ese mismo momento. Firmó toda la documentación que le pusieron delante referente a la deuda y sus servicios y salió rápidamente de allí. No quedaba nada de la violencia y arrogancia que mostró en la primera de las visitas a su casa. Le apeteció reír. No lo hizo.

....................

   Los señores Echevarría recibieron al agente de “La Máscara” en su casa tal y como habían quedado la tarde anterior por teléfono. Ambos se mostraban contentos –¡cómo no!–, sin embargo, la señora Echevarría estaba especialmente alegre. Se mostró muy amable, ofreciéndole todo tipo de agasajos: café, una pastita, y como no, una copita –muy propio en una mayorista de bebidas.

   –No, no, señora, tengo que conducir.
   –Bueno, tampoco va a pasar nada por unas lágrimas en el café –dijo la insensata señora. 
   –No, muchas gracias, de verdad –dijo Nico, sin querer polemizar con ella–, además, tengo cierta prisa. Si no le importa les doy su cheque y me firman estos documentos.

   La señora Echevarría –Paula– perdió la sonrisa cuando les entregó su cheque. No por sabido que tendrían que pagar un alto porcentaje y unos gastos de gestión, se había hecho a la idea que sus catorce mil ciento dieciocho euros con sesenta y cuatro céntimos, que tenía grabados a fuego en la memoria, se quedarían en algo menos de ocho mil quinientos euros, exactamente el sesenta por ciento. “La Máscara, cobro de morosos, S.L.” se había quedado casi seis mil



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