miércoles, 23 de enero de 2013

LÍNEAS NEGRAS (I parte)

     

Este relato, que presentaré en 2 partes, lo escribí hace ya bastantes años. Un día me dio por presentarlo a un concurso literario, concretamente el I Certamen de Relato Breve Enrique de Sena, organizado por la Biblioteca Municipal de Santa Marta de Tormes (Salamanca), resultando finalista para mi sorpresa y alegría. El relato se publicó en 2009 junto con los ganadores y resto de finalistas de esa I edición a la par que los de la II y III edición por la Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento tormesino.



     -¿Racismo?, ¿Me preguntas si hay racismo en España?

     El taco dejó de moverse entre sus dedos y por un momento la bola rayada número 7 se libró de ser golpeada. Se irguió con bastante pasividad después de una primera mirada inquisitiva. Incrédula hasta cierto punto. La pregunta había sido muy directa y su mirada parecía decir no sabes nada de este mundo chaval, no sabes lo que yo he tenido que pasar en los pocos años que llevo viviendo aquí. Oumar Yonou había aceptado hacer aquella entrevista para aquel joven becario del diario Gaceta Meridional. No podía negarse, nadie mejor que él sabía cuan difícil es el comienzo de una carrera, de modo que cuando Laura, su novia, le pidió el favor de responder a unas cuantas preguntas a un joven estudiante de periodismo que había conocido aceptó sin poner ningún inconveniente.

     La entrevista, informal como había querido Oumar, transcurría de forma afable en el Cocodrilo Negro, el pub donde solía verse cada noche con algunos de sus amigos para tomar unas cervezas y jugar un par de partidas al billar antes de comenzar a trabajar. ¿Habías estado aquí alguna vez antes? preguntó el joven malí mientras se volvía a posicionar para atacar a la bola blanca. Sabes, yo vengo aquí casi todas las noches. Me siento cómodo. Tranquilo. Es uno de los pocos sitios en los que desde el primer momento me he sentido aceptado, sin miradas desaprobatorias. Resulta a veces duro caminar por la calle o entrar en un bar, una tienda... y sentir como la gente, aunque no diga absolutamente nada, miran y piensan ¡un negro, cuidado, apártate! Ya sabes... el miedo a lo diferente. Aquí, sin embargo, no hubo ese problema. Puede que alguna vez, alguna mirada, pero... nada que ver como te digo con otros sitios. Supongo que es una ironía del destino.

      -¿el qué? preguntó el despistado periodista mientras realizaba un lastimoso golpe a una bola que Oumar habría metido con los ojos cerrados. Era evidente que no había jugado muchas veces al billar.

      -Me refiero al nombre del garito, el cocodrilo negro. ¿Sabes que es lo que más me gusta de este local aparte, por supuesto, de las cervezas y este billar? Aquel cuadro. ¿No te habías fijado?. Es genial. Cuando lo veo me hace sentir por momentos que todo es diferente y que yo soy, yo soy.. el que manda, el jefe. ¡Ve, míralo!. El joven aprendiz de periodista cortó su grabadora y se acercó despacio hacia la pared de enfrente junto a la puerta mientras se iba colocando unas gafas muy ligeras, sin duda para ver de cerca. Tal vez se las debió haber puesto antes pensó Oumar Yonou recordando la bola que acababa de fallar mientras miraba y sonreía a un par de colegas suyos, negros como él, aunque de otras nacionalidades, que charlaban y se reían en la barra con Alipio, el dueño del bar y otros clientes que se encontraban esa noche allí, unos viendo el fútbol, otros atendiendo a la partida de billar y otros tomándose simplemente unas copas o unas cervezas.

     El cuadro que tanto gustaba a Oumar Yonou no era más que una representación del propio bar en el que se encontraban y más concretamente de la zona del billar, aunque debido a la perspectiva y al espejo que había se representaba la mayor parte del mismo. Sin embargo lo que más gracia le hacía era la propia partida que estaban jugando cuatro grandes cocodrilos, con cierta forma humana. Eran como Juancho, ese cocodrilo de dibujos animados que se intentaba escapar cada vez que podía del zoológico. Tres eran verdes, con el pecho casi amarillo, bueno dos de ellos, puesto que el otro se encontraba dispuesto a golpear a la bola, y el cuarto era negro. Sin duda estaba ganando la partida. No hacía falta más que observar su mirada y su sonrisa maliciosa mientras sujetaba el taco y esperaba su turno. ¿Lo ves?, dijo Yonou señalando al cocodrilo negro, está ganando, como yo a ti, que te estoy dando una paliza de escándalo, así es que esmérate un poquito más y no me lo pongas tan fácil. ¡Ah! y sobre todo... no te quites las lentes.


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